Los
Darwinistas Literarios, Primera Parte
Recientemente
ha habido una expansión en los círculos de la teoría Darwiniana de
la evolución, desplazándose de la biología a la psicología hasta
el territorio de las ideas. Ahora también ha penetrado en el campo
de la literatura. El escritor y crítico norteamericano D.T. Max le
echa un vistazo a ésta nueva forma de crítica literaria.
Jane
Austen publicó Orgullo
y prejuicio
por primera vez en 1813. Tenía sus aprehensiones con respecto al
libro y quejumbrosamente señalaba en una carta enviada a su hermana
de que la obra le parecía “demasiado
liviana, alegre y efervescente.” Pero
dichas cualidades pueden ser precisamente las causantes de que ese
libro sea la más popular de sus obras. La novela nos cuenta la
historia de Elizabeth Bennet, una jovial muchacha nacida al seno de
una familia aristocrática (venida a menos) que por azar conoce al
Señor Darcy, un verdadero aristócrata. Al principio los dos se caen
mal. El Señor Darcy es arrogante; Elizabeth es lista y despierta.
Sin embargo, a través de una serie de pequeños encuentros que los
hace verse en una luz reveladora y atractiva Elizabeth y el Señor
Darcy al fin llegan al amor – ayuda a la trama la sabia
intervención de Darcy en el problema del rapto de la hermana menor
de Elizabeth, Lidia, perpetrado por un oficial llamado Wickham (Darcy
resuelve sobornar al desconsiderado don Juan para que éste se case
con Lidia) Total, la pareja dispareja se enamora, se casan, y como se
intuye al finalizar el libro, viven felices por el resto de sus días.
Para
el lector promedio Orgullo
y prejuicio es
una comedia romántica. El placer derivado de la obra surge de la
vivificante cuota de realidad que Austen vierte en los personajes y
la familiaridad que aún hoy sentimos por ellos: sentimos que
conocemos
a
Elizabeth y a Darcy. En un plano literario mayor podemos decir que
degustamos del diálogo inteligente de la autora y de su experto
manejo del humor. Por razones similares los críticos han tenido a
bien catalogar a la novela como a un clásico, lo cual representa la
más alta (si no es que la más definida) expresión de que la obra
queda aprobada.
Más
para una emergente escuela de crítica literaria conocida como
Darwinismo
Literario,
la novela se significa por razones diferentes. Así como Darwin
estudió a los animales para descubrir los patrones evolutivos tras
su desarrollo, los Darwinistas Literarios leen libros en busca de los
innatos patrones de conducta de los seres humanos, entre ellos: el
deseo de tener hijos y de criarlos; el esfuerzo por obtener recursos
(dinero, propiedades, influencia); y el asunto de la competencia y la
cooperación al seno de las familias y las comunidades. Alegan que es
imposible la apreciación y la comprensión de un texto literario a
menos de que estemos concientes de que los seres humanos nos
comportamos universalmente
de ciertas maneras. Alegan de que esto es así porque nuestros
circuitos han sido programados para que seamos
de
esa manera. Para estos críticos las obras de literatura más
genuinas y efectivas son aquellas que aluden o ejemplifican estas
verdades básicas y sencillas.
Desde
los primeros enunciados en el primer capítulo: “Es
una verdad universalmente aceptada de que un hombre soltero y
posesionado de una buena fortuna debe sin duda querer tener una
esposa,” hasta
las palabras finales de la obra: “Feliz
en la satisfacción de sus sentimientos maternos fue llamado el día
aquel en que la señora Bennet (la
madre de Elizabeth y de Lidia) se
desprendió de sus dos buenas hijas,” la
novela está cargada con la clase de ritos de transformación
personal que para los Darwinistas Literarios apuntan hacia un mayor
significado. Uno de ellos -por ejemplo- llama a la novela su “mosca
frutífera.” En el libro las mujeres se desviven por casarse con
hombres de estatus social elevado, en armonía con la idea darwiniana
de que las hembras intentan siempre encontrar parejas cuyos estatus
garantizarán el éxito de los retoños. De igual modo, en la
contraparte los hombres compiten para poder casarse con las mujeres
más atractivas, en armonía con la idea darwiniana de que los machos
buscan juventud y belleza en las hembras como signos inequívocos de
que son fértiles. Los juegos de flirteo entre Darcy y Elizabeth
demuestran el trabajo que los mamíferos nos tomamos en discernir y
hacer la distinción entre intereses pasajeros (una aventura amorosa,
un mero despertar sexual) e intereses a largo plazo (estabilidad,
compromiso, fortuna, buena salud física y mental). Mientras tanto
Wickham – el pobre diablo burócrata que en su intento por
aparearse inicia tratando de robarse a la hermana de Darcy y termina
robándose a Lidia – es el claro ejemplo de lo que los biólogos
evolucionistas
llaman,
“la teoría del subrepticio
macho caliente”
(y que conste que estoy usando un liviano eufemismo comparado a como
ellos realmente hablan).
Las
personas situadas más allá de la edad fértil también tienen su
rol en el paradigma de los Darwinistas Literarios. Consideremos por
ejemplo a la señora Bennet, la madre de Elizabeth. Jane Austen la
cataloga de “perpetuamente
bufa,”
y la mayor parte de críticos en los dos últimos siglos han estado
de acuerdo con ella. Pero para los Darwinistas Literarios su obsesión
con el matrimonio tiene perfecto sentido, porque también le va la
vida en ello. Si una de sus dos hijas tiene hijos, entonces la señora
Bennet habrá transferido su bagaje genético, alcanzando así la
meta primordial de todo ser viviente de acuerdo a los teóricos
evolutivos: la re-producción de los genes propios. (Alguien una vez
le preguntó a J.B.S. Haldane, un biólogo inglés, si le hubiera
gustado ser su hermano y él dijo que no, pero que sí le hubiera
gustado ser dos
hermanos
u ocho
primos)
Es
importante estar al tanto de las corrientes de crítica literaria del
momento para entender en qué se diferencian los Darwinistas
Literarios. La teoría de crítica literaria del momento tiende a ver
al texto como el resultado de una condición social en particular, o
en menores casos ve en lo escrito una red de referencias que emerge
de otros textos. (Jacques
Derrida,
el padre de la deconstrucción
es famoso por haber acuñado la frase que estipula de que “nada
queda fuera del alcance del texto.”) Generalmente
la teoría de crítica literaria se enfoca en las maneras en las
cuales las identidades del escritor y de el lector – heterosexual,
homosexual, femenina, masculina, de color, blanca, colonizado o
colonizador – forjan una cierta narrativa o su interpretación. En
algunos casos estos teóricos consideran que la ciencia no es más
que otro tipo de lenguaje, o ponen en tela de juicio lo dicho por
científicos cuando dicen que hablan en nombre de la naturaleza. Los
ven con sospecha, y dicen que lo que en verdad están haciendo es
poner en claro su propia afirmación del poder. Los Darwinistas
Literarios rompen con estos cercos ideológicos. Primero que nada, su
misión es estudiar a la literatura a través de la biología – no
a través de la política o de la semiótica.
En segundo lugar, dan por sentado de que la literatura es poseedora de
su propia verdad, o de un conjunto de verdades, pero aseguran que esas verdades
son derivadas de las leyes de la naturaleza.
The
Literary Animal (El
animal literario)
es la primera antología docta dedicada al tema del Darwinismo
Literario. Se nutre de varios campos que son parte del haz de
estudios evolucionistas darwinianos, inclusive aquellos que profesan
psicólogos y biólogos evolucionistas, y por su puesto no faltan los
catedráticos en literatura. Los ensayos de la obra son ponencias que
examinan la importancia del nexo entre varones en la épica y en los
romances, la batalla de los sexos en la obra de Shakespeare y el
motivo tan recurrente en la tradición literaria de Japón y del
occidente del hombre que rechaza al hijo bastardo porque es hijo del
adulterio. El
animal literario
sondea siglos y culturas individuales con más valentía que bravura.
“No
hay obra literaria escrita en ninguna parte del mundo, en ninguna
época, elaborada por cualquier autor, que esté fuera del alcance
del análisis darwiniano,” asevera
Joseph Carroll, un catedrático del idioma Inglés en la Universidad
de Missouri en St. Louis en un ensayo que aparece en El
animal literario.
¿A
qué llevar a la literatura a un plano científico que esencialmente
brega con las ciencias sociales?
La
respuesta nos la provee Jonathan Gotschall, uno de los editores de El
animal literario,
y lo sintetiza así: “Una
cosa fundamental que la literatura nos brinda es datos, información.
Información rápida, sin límites, cruzando fronteras culturales a
un bajo costo.”
Hay
un don circular en esta clase de argumentos que se centra en usar
textos que hablan de la gente para demostrar que la gente se comporta
de maneras muy humanas. Y aquí me acuerdo del verso de Robert
Frost
que dice: “La
tierra es el lugar más apropiado para amar/ No puedo concebir otro
lugar en donde esto sea mejor.” Pero
el Darwinismo Literario tiene un segundo enfoque: también quiere
investigar porqué
leemos
y escribimos ficción. Al centro del Darwinismo Literario está la
idea de que heredamos muchas de las predisposiciones que catalogamos
como culturales
a través de nuestros genes. Dicha propuesta pone a nuestro
comportamiento bajo la misma lupa y bajo los mismos exámenes de
aptitud como hasta ahora se había hecho con nuestros cuerpos, es
decir, si un rasgo conductual carece de propósitos entonces la
evolución –dado cierto período de tiempo- puede que lo elimine.
Por lo tanto, se hacen la pregunta los Darwinistas Literarios,
¿porqué seguimos empeñados en seguir practicando este extraño
ejercicio de la imaginación? ¿En qué nos beneficia la escritura y
lectura de nuestras ficciones? En su ensayo intitulado Ingeniería
de narrativa a la inversa Michelle
Scalise Sugiyama trata de simplificar el asunto desarmando tramas,
separando las partes en personajes, escenarios, ambientaciones,
causalidades y cronogramas de acción (lo que ella llama “los
aparatos y piñones del arte de contar cuentos)
para luego preguntarse qué función cumple cada uno de ellos: ¿cómo
contribuyen a nuestro proceso de adaptación? ¿cómo es que nos
vuelven más capaces de transferir nuestros genes?
Traducción
de Ario E. Salazar. Colectivo Ala de Colibrí. Chalchuapa.
Sacado
de La antología de los mejores artículos de ciencia “The
Best American Science Writing, 2006.”
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