Por Ario E. Salazar
La tarde del
14 de julio de 1930, Albert Einstein invitó a su casa de Kaputh, en las afueras
de Berlín,
a Rabindranath Tagore, el reconocido pintor, poeta, filósofo, y músico hindú que había sido galardonado con el Premio
Nobel de Literatura en 1913. Le urgía conversar con él. Los dos maestros, en sus
respectivas materias, procedieron a tener una conversación de muy alto calibre donde con emoción, respeto, y gran acervo intelectual
se metieron a dialogar sobre la eterna fricción que se da en los límites de la filosofía, la estética, la religión y la ciencia. La importancia de Einstein en el mundo de la
ciencia y la ética
(al final de su vida) es harto conocida. La importancia de Tagore, en el mundo
de la poesía,
la literatura, y la religión
como vehículo
hacia la liberación
del alma ha sido casi olvidada. Se le conoce sólo por referencias en el Occidente, y
en castellano aun menos. Por ejemplo, se sabe que Neruda se inspiró en “El jardinero” de Tagore cuando escribía sus “Veinte poemas de amor y una canción desesperada.” A Tagore se le conoce por antologías, por selecciones, y de manera arbitraria y fragmentada dado que éste polímata oriental escribió novela, música, canciones, ensayo, teatro,
piezas de ballet, cuentos, bitácoras
de viajes, y dos autobiografías,
o libros de memorias. En los registros de la Academia Sueca figura, por sobre
todas las cosas, como poeta, como resultado de los más de 50 volúmenes de poemas que publicó a través de su vida. En sus conciertos el
finado Facundo Cabral, de muy grata memoria, divulgó mucho una frase de él que decía: “Cuando un hombre trabaja Dios lo respeta, pero cuando un hombre canta Dios
lo ama.” Es en calidad de poeta y polímata que hoy lo rescatamos y nos
acercamos, si quiera de manera fragmentaria, a un preciso instante en el tiempo en el que éste eminente
poeta conversó con Einstein, el siempre escéptico, y así, por el sortilegio del
diálogo compartido, hoy quedan encapsulados para bien de nuestras conciencias y
nuestras memorias, ahí, o más bien dicho aquí, bien cerca de nosotros, sentados
alrededor de alguna mesa que los oyó enunciar sus verdades en aquella tarde
esplendorosa de 1930. El siguiente fragmento es una traducción hecha por Ario
E. Salazar, del Colectivo Artístico Ala de Colibrí, y fue sacado del libro del
Dr. David L. Gosling “Science and the
Indian Tradition: When Einstein Met Tagore,” publicado en Nueva York en 2007, por la editorial
Routledge.
***
EINSTEIN – ¿Usted cree en la Divinidad como algo aislado de éste mundo?
TAGORE – No aislado. La personalidad
infinita del ser humano comprende el Universo. No hay nada que no pueda ser
absorbido por la personalidad humana, y esto prueba que la Verdad del Universo
es la verdad humana. Tomo como ejemplo un hecho científico
para explicar esto – la Materia está compuesta de
protones y de electrones, con vacíos entre ellos, sin
embargo tenemos la impresión de que la materia
es sólida. De igual modo, la humanidad está compuesta de individuos, y no obstante tienen su
interconexión de relaciones humanas, lo cual otorga unidad vivencial al mundo
humano. El universo entero está ligado a nosotros
de manera similar, en ese sentido, es un universo humano. Le he dado seguimiento a esta línea de pensamiento a través
del arte, la literatura y la conciencia religiosa del ser humano.
EINSTEIN – Hay dos
concepciones distintas sobre la naturaleza del universo. Por un lado tenemos
quienes ven al mundo como una unidad que depende de la humanidad. Luego tenemos
a aquellos que ven al mundo como una realidad que no depende del factor humano.
TAGORE – Cuando nuestro
universo está en armonía con el ser humano, lo eterno, lo cual conocemos como
La Verdad, se pone de manifiesto y se hace sentir como belleza.
EINSTEIN – Esa es la concepción puramente humana del universo.
TAGORE – No puede haber otra
concepción. Este mundo es un mundo humano.
La visión científica de ello es también
propiedad de los seres humanos científicos. Hay un canon de razón y gozo que le otorga Verdad [a la ciencia], el canon
del Ser Humano Eterno, cuyas experiencias se concretan a través de nuestras
experiencias.
EINSTEIN – Es una forma de la realización de la entidad humana.
TAGORE – Correcto. Una entidad eterna. Es nuestro deber llevarla a término
a través de nuestras emociones y nuestras actividades. A través de nuestras
limitaciones realizamos al Ser Humano Supremo, algo que carece de limitaciones.
La ciencia se preocupa de aquello que no está en el confín de los individuos,
es el mundo impersonal de las Verdades. La religión realiza estas verdades y
las conecta a nuestras más profundas necesidades. Nuestra conciencia individual
de la Verdad cobra significancia universal. La religión le aplica ciertos
valores a La Verdad, y constatamos que esta Verdad es buena a través de nuestra
armonía al comulgar con ella.
EINSTEIN -- ¿Insinúa que La Verdad, o la Belleza no son independientes
de la humanidad?
TAGORE – NO.
EINSTEIN – Si la humanidad cesara de existir, el Apolo de Belvedere ya
no sería hermoso.
TAGORE – No.
EINSTEIN -- Estoy de acuerdo con ésta
concepción de la Belleza, pero no con respecto a la Verdad.
TAGORE -- ¿Por qué no? La Verdad sólo se lleva a cabo a través de la
humanidad.
EINSTEIN – No puedo corroborar que mi concepción sea la correcta, pero ésa es mi religión.
TAGORE – La Belleza está en el ideal de la perfecta armonía lo cual existe en el Ser Universal. La Verdad
es la perfecta comprensión de la Mente Universal. Nosotros, los individuos nos
acercamos a ella a través de nuestros propios errores y desaciertos, a través
de nuestra experiencia acumulada, a través de nuestra conciencia iluminada, de
otro modo, ¿cómo podremos conocer la verdad?
EINSTEIN – [En éste mismo instante] No me es dado comprobar científicamente
que La Verdad debe de ser concebida como una Verdad que es válida
independientemente de si existe o no la humanidad, pero creo en ello
firmemente. Por ejemplo, creo que el teorema de Pitágoras, en la geometría,
enuncia algo que es aproximadamente cierto independientemente de la existencia
de la humanidad. De cualquier modo, si hay una realidad independiente de la
humanidad, hay también una Verdad relativa
a esta realidad. Y del mismo modo la negación de la primera engendra la
negación de la existencia de la segunda.
TAGORE – La Verdad, que es una con el Ser Universal, tiene que ser,
esencialmente, humana. De otro modo cualquier mérito alcanzado en nombre de la
verdad no puede ser llamado verdad – al menos La Verdad que es descrita como
científica y que sólo puede ser concebida a través del proceso de la lógica, dicho
de otro modo, no puede ser concebida sin un órgano pensador que es humano. De acuerdo a la filosofía hindú
existe Brahma, La Verdad Absoluta, algo que no puede ser concebido a través del
aislamiento de la mente individual ni mucho menos puede ser descrito con palabras;
es algo que únicamente se puede alcanzar al sumergir al individuo en su
infinitud. Pero ese tipo de Verdad no tiene entrada en la ciencia. La naturaleza
de la Verdad que usted y yo estamos discutiendo en éste momento es una
apariencia – es decir, lo que aparenta ser verdadero para la mente humana y por
eso mismo es humano, y podemos llamarle maya
o ilusión.
EINSTEIN – Entonces de acuerdo a su concepción, que es una concepción hindú,
no se refiere a la ilusión únicamente individual, sino a la de la humanidad
entera.
TAGORE – La especie también es parte de una unidad, de un todo, de la
humanidad. Por eso toda la mente humana alcanza la Verdad. La mente hindú y la
europea se encuentran en una misma realización en común.
EINSTEIN – De hecho, la palabra “especie”
es utilizada en alemán para designar a todos los seres humanos, aun los sapos y
los monos pertenecen a esa designación.
TAGORE – En la ciencia uno se abre paso a través de la disciplina de eliminar
las limitaciones personales de nuestra mente individual para así poder llegar a
la comprensión de La Verdad que existe en la mente del Ser Humano Universal.
EINSTEIN – El primer tropiezo está en definir si La Verdad es
independiente de nuestra conciencia.
TAGORE – Lo que conocemos por verdad estriba en hallar la armonía
racional entre los aspectos subjetivos y objetivos de la realidad; ambas
dimensiones le pertenecen al Ser Humano Suprapersonal.
EINSTEIN – Aun en nuestra vida cotidiana nos vemos impelidos a asignarle
una realidad independiente a la nuestra a los objetos que usamos. Hacemos esto
para conectar las experiencias de nuestros sentidos de manera racional. Por ejemplo,
aunque nadie esté dentro de ésta casa, esa mesa prosigue estando donde está.
TAGORE – Correcto. Se mantiene fuera de la mente individual, pero no
fuera de la mente universal. La mesa que yo percibo es perceptible por un mismo
tipo de conciencia que yo poseo.
EINSTEIN – Si no hubiera nadie en ésta casa, la mesa existiría de todos
modos -¡pero esto es ilegítimo desde su propio punto de vista!- porque no
podemos explicar qué significa el hecho de que la mesa esté aquí,
independientemente de nosotros. Nuestro natural punto de vista con respecto a
la existencia de la verdad aparte de la humanidad no puede ser ni explicado ni probado,
pero es un credo que a nadie le falta, hasta los seres primitivos lo manejan. Le
atribuimos a La Verdad una objetividad suprahumana; es indispensable para
nosotros, ésta realidad que es independiente de nuestra existencia, nuestra
experiencia, y nuestra mente, y sin embargo no podemos decir qué significa.
TAGORE – La ciencia ha probado que la mesa como objeto sólido es una
apariencia, y por lo tanto aquello que la mente humana percibe como una mesa no
existiría si la mente misma no existiera. Al mismo tiempo tenemos que admitir
que también le pertenece a la mente humana el hecho de que hasta la última realidad
física no es otra cosa sino una multitud de separados y movedizos centros de
fuerza eléctrica. En la aprehensión de La Verdad hay un eterno conflicto entre la
mente humana universal y esa misma mente contenida en el individuo. El perpetuo
proceso de reconciliación se está llevando a cabo en nuestra ciencia, filosofía,
en nuestra ética. De cualquier modo, si es que hay una Verdad absolutamente
desligada de la humanidad, pues, para nosotros esa verdad sencillamente no
existe. No es difícil imaginar una mente a la cual la secuencia de cosas le
pasa no en el espacio, sino únicamente en el tiempo, como sucede en la
secuencia de notas dentro de la música. Para ese tipo de mente tal concepto de
la realidad es parecido a la realidad musical en la cual la geometría pitagórica
no puede tener sentido. Está la realidad de papel, infinitamente diferente a la
realidad de la literatura. El tipo de mente poseída por la polilla que devora a
esa literatura de papel realmente no existe, y sin embargo vemos que para la
Mente Humana la literatura posee más valores de
La Verdad que el papel mismo. De manera similar, si existiese alguna
Verdad que no tiene una relación sensual o racional con la mente humana,
permanecerá erguida como una gran nada, en tanto y en cuanto nosotros
prosigamos siendo seres humanos.
EINSTEIN -- ¡Entonces resulta que soy más religioso que usted!
TAGORE – Mi religión es la reconciliación del Ser Humano Suprapersonal,
el espíritu humano universal, al seno de mi existencia individual.
FIN
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